5.1.11

el signe del cigne, i més

Al·ludeix la Violeta en un comentari a un poema sobre els cignes de Rubén Darío. No el recordo, però el busco. M'agraden les músiques de Rubén Darío i, a vegades també les lletres. En aquest cas...

¿Qué signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello
al paso de los tristes y errantes soñadores?
¿Por qué tan silencioso de ser blanco y ser bello,
tiránico a las aguas e impasible a las flores?


Yo te saludo ahora como en versos latinos
te saludara antaño Publio Ovidio Nasón.
Los mismos ruiseñores cantan los mismos trinos,
y en diferentes lenguas es la misma canción.


A vosotros mi lengua no debe ser extraña.
A Garcilaso visteis, acaso, alguna vez...
Soy un hijo de América, soy un nieto de España...
Quevedo pudo hablaros en verso en Aranjuez...


Cisnes, los abanicos de vuestras alas frescas
den a las frentes pálidas sus caricias más puras
y alejen vuestras blancas figuras pintorescas
de nuestras mentes tristes las ideas oscuras.


Brumas septentrionales nos llenan de tristezas,
se mueren nuestras rosas, se agotan nuestras palmas,
casi no hay ilusiones para nuestras cabezas,
y somos los mendigos de nuestras pobres almas.


Nos predican la guerra con águilas feroces,
gerifaltes de antaño revienen a los puños,
mas no brillan las glorias de las antiguas hoces,
ni hay Rodrigos ni Jaimes, ni hay Alfonsos ni Nuños.


Faltos del alimento que dan las grandes cosas,
¿qué haremos los poetas sino buscar tus lagos?
A falta de laureles son muy dulces las rosas,
y a falta de victorias busquemos los halagos.


La América española como la España entera
fija está en el Oriente de su fatal destino;
yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera
con la interrogación de tu cuello divino.


¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?
¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?
¿Callaremos ahora para llorar después?


He lanzado mi grito, Cisnes, entre vosotros
que habéis sido los fieles en la desilusión,
mientras siento una fuga de americanos potros
y el estertor postrero de un caduco león...


...Y un cisne negro dijo: «La noche anuncia el día».
Y uno blanco: «¡La aurora es inmortal! ¡La aurora
es inmortal!» ¡Oh tierras de sol y de armonía,
aún guarda la Esperanza la caja de Pandora!




Coses que passen, em semblava recordar que la Violeta parlava de Darío, però era Neruda. M'hauré de psicoanalitzar? Heus aquí l'altre cigne:

MI PRIMER POEMA
Ahora voy a contarles alguna historia de pájaros. En el lago Budi perseguían a los cisnes con ferocidad. Se acercaban a ellos sigilosamente en los botes y luego rápido, rápido remaban... Los cisnes, como los albatros, emprenden difícilmente el vuelo, deben correr patinando sobre el agua. Levantan con dificultad sus grandes alas. Los alcanzaban y a garrotazos terminaban con ellos.
Me trajeron un cisne medio muerto. Era una de esas maravillosas aves que no he vuelto a ver en el
mundo, el cisne cuello negro.
Una nave de nieve con el esbelto cuello como metido en una estrecha media de seda negra. El pico
anaranjado y los ojos rojos.
Esto fue cerca del mar, en Puerto Saavedra, Imperial del Sur.
Me lo entregaron casi muerto. Bañé sus heridas y le empujé pedacitos de pan y de pescado a la garganta. Todo lo devolvía. Sin embargo, fue reponiéndose de sus lastimaduras, comenzó a comprender que yo era su amigo. Y yo comencé a comprender que la nostalgia lo mataba. Entonces, cargando el pesado pájaro en mis brazos por las calles, lo llevaba al río. El nadaba un poco, cerca de mí. Yo quería que pescara y e indicaba las piedrecitas del fondo, las arenas por donde se deslizaban los plateados peces de sur. Pero él miraba con ojos tristes la distancia.
Así cada día, por más de veinte, lo llevé al río y lo traje a mi casa. El cisne era casi tan grande como
yo. Una tarde estuvo más ensimismado, nadó cerca de mí, pero no se distrajo con las musarañas con que yo quería enseñarle de nuevo a pescar. Se estuvo muy quieto y lo tomé de nuevo en brazos para llevármelo a casa. Entonces, cuando lo tenía a la altura de mi pecho, sentí que se desenrollaba una cinta, algo como
un brazo negro me rozaba la cara. Era su largo y ondulante cuello que caía. Así aprendí que los cisnes no cantan cuando mueren.


Pablo Neruda: Confieso que he vivido.


I encara un altre, diàfan i misteriós, de Neruda:



CISNE
(Cignus Melanchoryphus)

Sobre la nieve natatoria
una larga pregunta negra.

6 comentaris:

Júlia ha dit...

Recordo que fa alguns anys, una companya i jo recitàvem a una de jove poemes de Darío, ella ni sabia qui era. Quins temps aquests!!! Al final li vam regalar una bona antologia.

Violeta ha dit...

Preciós poema del Rubén Darío, Pere. Però no feia al.lusió a ell. Era en Pablo Neruda. Ja he trobat el fragment. En llegir-lo em va quedar clavat per sempre. Era al llibre Confieso que he vivido, Capítol 1, titolat El joven provinciano, a l'apartat anomenat Mi primer poema.

Petonets.

Ferran ha dit...

Feia molt de temps que no llegia res de Darío, em sembla que desde l' institut. Molt maco i crec que a més adient els moments en que vivim, o almenys així ho he entès jo.

miquel ha dit...

Júlia, m'agrada llegir Darío, encara que alguns l'hagin oblidat. I per als hsioriadors aficionats, els podríem recordar la relació que va tenir, també, amb els escriptors catalans.

És veritat, és veritat, Violeta; no sé on tinc el cap. Terrible fragment el de Neruda. Afegeixo un poemeta en senyal de disculpa.

Com passen les modes, Ferran...
I tant que té a veure amb el moment que vivim i els que viurem.

Violeta ha dit...

No passa res, Pere. Gràcies per transcriure el fragment.

Una abraçada.

miquel ha dit...

Uf, Violeta... Gràcies per la teva comprensió.
Una abraçada.