Enrique Jardiel Poncela va nàixer a
Madrid l'any 1901 i va morir a la mateixa ciutat 50 anys i uns mesos
més tard. De la seua obra literària, el que més es recorda és el
teatre; d'entre el teatre, possiblement Eloisa está debajo de un
almendro. Quan jo feia el batxillerat, el seu nom apareixia als
llibres de literatura i si el professor arribava a èpoques tan
modernes, en parlava. A la tele, a l'única tele que hi havia, es
representaven les seues obres en blanc i negre i a mi m'agradaven. Al
mateix temps, a casa quedaven exemplars vells de “La Codorniz”
-potser la revista d'humor més reeixida de
la literatura espanyola- que el pare havia anat comprant
irreligiosament; Jardiel hi apareixia. M'ho passava bé amb la seua
prosa, que es movia entre la realitat i l'absurd. He mirat per casa i
no he trobat res de l'escriptor..., potser al poble encara hi ha
alguna cosa.
No cal que continuï; simplement que fa
unes setmanes, mirant els prestatges misèrrims dedicats a la poesia
d'una de les llibreries més grans de Barcelona, vaig trobar un
llibre de Jardiel Poncela: Poesía completa, editat per Hiperión
(2013) a cura d'E. Gallud Jardiel. El vaig fullejar i en un dels
rampells de la nostàlgia que darrerament em caracteritzen, me'l vaig
comprar. Segurament la poesia és el gènere menys conegut de
l'escriptor i em va semblar interessant veure-la aplegada: diversitat
de metres i de temes. Potser el seu poema més conegut és el
de la ciutat de Nova York, de gran condensació, àgil, testimoni d'un
moment i d'una òptica. Compartiré també dos poemes més, el
dedicat a la joventut, quan ja no era joves, esclar, i un dels
darrers anys, que reflecteix la seua situació i on l'humor a penes
pot amagar l'amargor del moment, la manca d'esperança, sense retrets
innecessaris. Vindico Jardiel Poncela? No cal; dono testimoni de
lectura.
Una ciudad con dos ríos.
Chinos, negros y judíos
con idénticos anhelos.
Y millones de habitantes,
pequeños como guisantes,
vistos desde un rascacielos.
En el invierno, un cruel frío
que hace llorar. En estío,
un calor abrasador
que mata al gobernador
–que es siempre un señor con lentes–
y a los doce o trece agentes
que llevaba alrededor.
Soledad entre las gentes.
Comerciantes y clientes.
Un templo junto a un teatro.
Veintitrés o veinticuatro
religiones diferentes.
Agitación. Disparate.
Un anuncio en cada esquina.
«Jazz-band». Jugo de tomate.
Chicle. «Whisky». Gasolina.
Circuncisión. Periodismo:
diez ediciones diarias,
que anuncian noticias varias
y todas dicen lo mismo.
Parques con una caterva
de amantes sobre la hierba
entre mil ardillas vivas.
Masas con fama de activas,
pero indolentes y apáticas.
«Estrellas», actrices, «divas»
y máquinas automáticas.
Oficinas sin tinteros:
con «Kalamazoos», ficheros,
con nueve timbres por mesa
y con patronos groseros
de cara de aves de presa.
Espectáculos por horas.
«Sandwichs» de pollo y pepino.
Ruido de remachadoras.
Magos y adivinadoras
de la suerte y del destino.
Hombres de un solo perfil,
con la nariz infantil
y los corazones viejos.
El cielo pilla tan lejos,
que nadie mira a lo alto.
Radio, Brigadas de Asalto.
Garajes con ascensor.
Cemento. Acero. Basalto.
Sed. «Coca-Cola». Sudor.
Prisa. Bolsa. Sobresalto.
Y dólares. Y dolor:
un infinito dolor
corriendo por el asfalto
entre un «Cadillac» y un «Ford».
Chinos, negros y judíos
con idénticos anhelos.
Y millones de habitantes,
pequeños como guisantes,
vistos desde un rascacielos.
En el invierno, un cruel frío
que hace llorar. En estío,
un calor abrasador
que mata al gobernador
–que es siempre un señor con lentes–
y a los doce o trece agentes
que llevaba alrededor.
Soledad entre las gentes.
Comerciantes y clientes.
Un templo junto a un teatro.
Veintitrés o veinticuatro
religiones diferentes.
Agitación. Disparate.
Un anuncio en cada esquina.
«Jazz-band». Jugo de tomate.
Chicle. «Whisky». Gasolina.
Circuncisión. Periodismo:
diez ediciones diarias,
que anuncian noticias varias
y todas dicen lo mismo.
Parques con una caterva
de amantes sobre la hierba
entre mil ardillas vivas.
Masas con fama de activas,
pero indolentes y apáticas.
«Estrellas», actrices, «divas»
y máquinas automáticas.
Oficinas sin tinteros:
con «Kalamazoos», ficheros,
con nueve timbres por mesa
y con patronos groseros
de cara de aves de presa.
Espectáculos por horas.
«Sandwichs» de pollo y pepino.
Ruido de remachadoras.
Magos y adivinadoras
de la suerte y del destino.
Hombres de un solo perfil,
con la nariz infantil
y los corazones viejos.
El cielo pilla tan lejos,
que nadie mira a lo alto.
Radio, Brigadas de Asalto.
Garajes con ascensor.
Cemento. Acero. Basalto.
Sed. «Coca-Cola». Sudor.
Prisa. Bolsa. Sobresalto.
Y dólares. Y dolor:
un infinito dolor
corriendo por el asfalto
entre un «Cadillac» y un «Ford».
Juventud
es ser joven:
la palabra
lo dice.Suspirar con Beethoven.
Y usar polvo “Marlice””
y contemplar la luna.
Y aspirar una rosa.
La juventud es una
estupidez gloriosa.
Bailar sin
hacer pausas.
Ser feliz
sin motivos.Estar triste sin causas.
Viajar en los estribos.
Y burlarse de todos
y charlar por los codos.
Y no tener fortuna
y no importar la cosa.
La
juventud es una
estupidez
gloriosa."Juventud"
¡He aquí
el año 50! Entro en su mes de enero
sin
juventud ni ensueños: sin salud ni dinero,pues es éste el sexto año en que sufro el asedio
de un mal del que los médicos no saben ni una jota
salvo lo que yo sé: que mi vida se agota...
Así, para ganar lo poco que comemos,
paso noches enteras envuelto en un abrigo;
que aunque está, por viejo, en los mismos extremos,
es de todas mis ropas, la menos de mendigo;
la menos imposible, aunque tan reluciente
como la pobre mente que con igual estrella
le ayuda en su faena, pues gracias a él y a ella
y a una pobre botella llena de agua caliente,
consigo ir escribiendo, dando diente con diente...
mientras que no se enfría, claro está, la botella.
En
estas condiciones, y viendo alrededor
en mi despacho, donde lo que cuento sucede,todo lo que fue nuevo y ahora está mustio,
por el uso y abuso de lo que no se puede
restaurar, renovar o arreglar, y que cede
como el propio organismo al tiempo y al furor:
en estas condiciones, sintiéndome tan triste
como un perro olvidado por el Dios de los canes,
siendo el centro de toda la amargura que existe,
voy escribiendo -poco y yo sé con que afanes-
lo que luego, al leerse, tiene que tener chiste
y lo que he de acabar, tenga o no tenga gana,
antes de que amanezca la siguiente mañana:
pues, no acabar de hacerlo del todo, significa
el que ya no lo cobre a las doce la chica,
y el no poder hacer la compra cotidiana.
"Enero de 1950"
4 comentaris:
Gallud és professor, nét de Jardiel, ha escrit uns quants llibres sobre el seu avi, entre els quals una biografia, jo tinc per Jardiel una gran admiració que va en augment al llarg del temps.
Desconeixia que havia escrit poesia. (Qui no ho ha fet?) Vaig heretar del meu pare quatre volums de la seva obra completa, encara el rellegeixo amb plaer.
M' agrada la seva visió de NY.
Una mirada naif, que no té res d' innocent.
Compartim admiració, Júlia, tot i que jo feia temps que no llegia res seu i encara fa més temps que no he vist cap representació d'alguna obra seua.
Hi ha herències que són ben plaents, Allau.
Gens innocent, gens, Assum
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